|
|||
Hollywood y sus primeras peliculasDe la extensa
y excelente entrevista hecha por Marino Gómez Santos y que aparece
en el libro Doce hombres de
|
|||
Voy a casa de Edgar
Neville con la ilusión de que cuente su época en Hollywood,
que fue seguramente la más alegre y divertida de su vida.
Le encuentro con Javier Clavo, que dibuja mucho mientras habla. La época del
cine mudo nos parece la prehistoria. Neville pide una jarra de agua con hielo y varios vasos para los que escuchamos. No,
si aquí hay para largo!... Hollywood es hoy una extensa fábrica,
una industria poderosa, entre la cual circulan Estamos pendientes de la palabra de Edgar Neville, que nos arrastra tras su magia de contar las cosas, como saben cuantos le conocen. Las casitas y los apartamentos tenían precios muy asequibles, y se comía por nada, y el restaurante más de moda entonces, Montmartre, por un dólar veinticinco, permitía comer todo lo que se quisiera. En las cafeterías de los estudios se almorzaba por cincuenta centavos, y la gasolina valía dos o tres céntimos el galón, cuando no la daban de balde, porque estaban en guerra las compañías entre sí... El coche no era problema; las facilidades eran tales, que lo tenía hasta la asistenta negra que venía a hacer mi apartamento todas las mañanas. Cayó en gracia: traía cartas de gente importante del Este, una de Grace Vanderbilt, y la primera noche de su llegada a Hollywood cenaba con Chaplin, Fairbanks y Mary Pickford, en el Ambassador. Con ellos apareció Harry D'Abbadie D'Arrast, viejo amigo de Biarritz, que hablaba español sin acento, por ser fronterizo, y que era uno de los directores en boga en aquel momento, después de ser durante varios años ayudante y consejero de Chaplin. Al día siguiente el grupo que había cenado en el Ambassador se fue a vivir a casa de los Fairbanks, a Pickfair, y a los dos días rodaban una película en broma, sobre un guión improvisado por Edgar Neville, en el que los protagonistas eran, además de los Yebes y Angelito Berlan, Douglas -padre e hijo-, Mary Pickford, Chaplin y otros amigos de allí. En
pocos días conocimos a toda la colonia cinematográfica, y
más tarde, cuando me quedé yo sólo, amplié
esos conocimientos y formé parte integrante de varios de los grupos
en que se dividía la gente. Desde el primer día simpatizamos
de una manera enorme Chaplin y yo: durante los años que pasé
allí fuimos los amigos más íntimos, cenábamos
casi todas las noches mano a mano, desenvolviéndome como podía
en mi inglés macarrónico, que le Un día Harry le llevó al grupo más divertido de aquellos tiempos, que era el de Marión Davies y W. R. Hearst. Os
diré que William R. Hearst era una de las fuerzas del país.
Su casa estaba ligada por el teletipo con la Casa Blanca, en Washington,
y no se tomaban decisiones importantes sin consultar con él. Poseía
treinta y siete diarios en el país, un sinfín de revistas
gráficas y una fortuna inmensa. Era un hombre que valía unos
quinientos millones de dólares, como se decía allí.
Marión era su gran amor, y, obstinado en que fuese estrella de cine,
había invertido Edgar Neville se marcha y vuelve con un inmenso álbum de fotografías, donde ha pegado con engrudo la parte gráfica de esta historia. Marion
tenía dos casas: una en Beverly Hills, que no habitaba y a la que
íbamos a jugar al tenis con sus sobrinos Charles Lederer, hoy gran
guionista, y Carole Lombard, que entonces era fea y aún no hacía
cine ni era por asomo la bellísima mujer que fue después;
Sally Eilers y otras starlets tipo bombón, como se dice hoy. La
otra casa de Marión esta en Santa Mónica, a las orillas del
mar; era inmensa y allí nos recibía todos los sábados
y los domingos que no Tanto en un sitio como en el otro solían ser unos cincuenta invitados, que se bañaban en la piscina o en el mar, jugaban al tenis o a las cartas, hablaban y veían la última película salida del laboratorio, naturalmente, aún sin estrenar. Como
el público estaba compuesto por gente muy exigente, al menor fallo
de la interpretación sonaban en la oscuridad una broma o dos, alguna
risita sardónica, y muchas veces, al encender la luz aparecía
llorando y furiosa la actriz aludida, de cuya presencia nadie se acordaba
al apagar la luz... Una hora antes de la cena comenzaban a llegar criados
de uniforme que ofrecían sin parar mejor champaña francés
y cantidades industriales de Los fines de semana en el rancho de Hearst se desarrollaban de un modo fastuoso, como puede verse. Un
tren formado por coches camas y un vagón restaurante esperaba
en una vía muerta, en Pasadena, a que los invitados fueron llegando
conforme terminaban su quehacer en el estudio. Los que llegaban antes se
encontraban con su caviar y su champaña y la cena servida a la hora
que querian. Cuando habíamos llegado todos salía el tren
y acostábamos. Al llegar a las cinco de la mañana a
San Luis Obispo, el tren quedaba en otra vía muerta, con la
© 1999-2.015grancanariaweb |